Curado por: Jorge Valdés Garciatorres, MDO, PMP y
Alejandro Paredes Trapero, PhD, PMP
“La verdadera ventaja competitiva sostenible es desarrollar la capacidad de aprender más rápido
que tu competencia”
Peter Senge
Vivimos tiempos extraordinarios. Tiempos en los que el cambio ya no es la excepción, sino la regla. Las organizaciones enfrentan hoy un escenario marcado por la disrupción, la agilidad, la no linealidad, la complejidad y lo exponencial. En lugar de describir esta realidad únicamente como un entorno VUCA, Bob Johansen (2017) propone una evolución conceptual llamada DANCE[1]: Diversidad (Diversity), Ambigüedad (Ambiguity), Novedad (Novelty), Complejidad (Complexity) y Evolución (Evolution). Este marco ayuda a comprender que el cambio ya no es episódico, sino constante, y que los líderes ya no deben tratar de controlar el caos, sino aprender a moverse con él, como en una danza. En este contexto, muchas de las estrategias tradicionales sobre cómo competir y perdurar han dejado de ser efectivas.
Comencemos por el principio
Richard D’Aveni plantea algo provocador: en los mercados actuales, las ventajas competitivas son fugaces. No hay forma de construir una posición estable a largo plazo. Apenas una empresa innova, sus competidores la alcanzan o la superan. La única ventaja real es la capacidad de generar nuevas ventajas, una tras otra, con rapidez, inteligencia y determinación. Es como bailar “dance” en un escenario que cambia de forma cada segundo. En este dinámico entorno de baile, quien se queda quieto pierde. Sin embargo, este planteamiento parecería contradecir la visión de Collins y Porras, quienes estudiaron a empresas que han trascendido por décadas, incluso por siglos. ¿Cómo lo lograron? Ellos identificaron un patrón común: todas estas organizaciones que habían trascendido la prueba del tiempo, tenían un núcleo fuerte, una ideología central compuesta por valores firmes y un propósito que iba más allá de la rentabilidad. No se trataba de empresas perfectas, sino de empresas profundamente comprometidas con su razón de ser. Y eso les daba una brújula interna para adaptarse sin perder su identidad. Sólo para el registro, de las 18 organizaciones estudiadas por Collins y Porras, 10 aún mantenienen el liderazgo de su segmento o industria, 6 mantienen un liderazgo parcial, 1 ha perdido esa posición y otra perdió el rumbo. Es decir los principios destilados en el libro de estos dos gurús tiene una validez del 89% con una certeza del 55%. ¿Acaso los veteranos gurús Collins y Porras tenían razón? Se podría argumentar que “Built to Last” no predijo el futuro, pero sí proporcionó una brújula confiable para navegarlo.
¿Y entonces? ¿Debemos adaptarnos sin cesar o mantenernos fieles a lo que somos? ¿Es posible hacer ambas cosas a la vez?
Simon Sinek ofrece una respuesta muy enriquecedora. En su libro «El juego infinito», nos invita a cambiar nuestra forma de ver los negocios. Señala que muchas veces jugamos como si el objetivo fuera ganar, derrotar al otro, llegar primero. Pero los negocios —y la vida misma— no funcionan así. No hay un punto final. El verdadero desafío es permanecer en juego, aportar valor, inspirar, construir algo que merezca la pena ser sostenido. Por lo tanto, la pregunta ya no es solo cómo ganamos hoy, sino: ¿cuál es nuestro propósito? ¿Qué causa justa nos mueve? ¿Cómo construimos equipos que confíen entre sí y se atrevan a cambiar juntos?
Regresemos al mundo DANCE. En este entorno, las viejas recetas no alcanzan. Las ventajas tradicionales se erosionan. Lo que ayer te diferenciaba, hoy es estándar. Lo que hoy te destaca, mañana será imitado. Lo que permanece es la capacidad de adaptarte con propósito, de moverte sin perderte, de evolucionar sin dejar de ser tú.
Esto requiere construir una cultura muy especial, una cultura que combine lo mejor de cada uno de estos tres enfoques. Una cultura que:
- Reconozca su identidad y por qué existe. Que tenga claridad en sus valores, como sugieren Collins y Porras.
- Posea la energía para moverse rápido, asumir riesgos y experimentar sin temor, como propone D’Aveni.
- Y que juegue con una visión a largo plazo, no para derrotar a otros, sino para dejar huella, como nos invita Sinek.
¿Difícil? Sí. ¿Imposible? En absoluto. Numerosas organizaciones ya lo están logrando. Lo consiguen siendo ambidiestras: explorando lo nuevo mientras aprovechan al máximo lo que ya funciona. Lo logran fomentando la colaboración, la escucha activa, y el aprendizaje continuo. Lo logran cuando sus líderes no solo gestionan, sino que inspiran.
En esencia, no se trata de elegir entre competir o trascender, sino de competir para trascender. De jugar con astucia, con sensibilidad, con sentido.
Porque en un mundo donde todo cambia, las organizaciones que perduran son aquellas que saben evolucionar con propósito. Que no se aferran al pasado, pero tampoco se pierden en la urgencia del presente. Comprenden que su mayor ventaja sostenible no está en sus productos, ni siquiera en su tecnología, sino en su gente, en su cultura, en su capacidad de reinventarse desde lo que las hace únicas.
Cuando esto se logra, no solo permite competir, también inspirar y dejar un legado.
Referencias:
- Johansen, B. (2017). The new leadership literacies: Thriving in a future of extreme disruption and distributed everything. Berrett-Koehler Publishers.
- Collins, J., & Porras, J. I. (1994). Built to Last: Successful Habits of Visionary Companies. HarperBusiness.
- D’Aveni, R. A. (1994). Hypercompetition: Managing the Dynamics of Strategic Maneuvering. Free Press.
- Sinek, S. (2019). The Infinite Game. Portfolio/Penguin.
- O’Reilly, C. A., & Tushman, M. L. (2013). Organizational Ambidexterity: Past, Present and Future. Academy of Management Perspectives, 27(4), 324–338. https://doi.org/10.5465/amp.2013.0025
[1] Si bien en algunos contextos académicos o prácticos se pueden encontrar variaciones en la interpretación de las siglas DANCE, como «No linealidad» para la «N» o «Emergencia» para la «E», es importante señalar que en la obra de Johansen, las definiciones específicas son las mencionadas anteriormente.