La competencia glorificada: No eres un estudiante, empleado o ciudadano, eres un concursante
Por Leandro Herrero, MD
Traducido y adaptado por: Jorge Valdés Garciatorres, MDO, PMP
No he contado el número de programas de televisión, a uno y otro lado del Atlántico, que se basan en la competencia individual, pero debe haber un gran número. Competir te sacará de una jungla, o te hará ganar un contrato musical, un premio al mejor panadero, una novia, un novio, dinero en efectivo, un trabajo, o simplemente un título de ganador de lo que sea de este año.
Una parte de estos concursos implica la colaboración como medio para ganar. Incluso cuando la colaboración forma parte del espectáculo, como en El Aprendiz, los concursantes tienen derecho a culparse mutuamente al final como medio para salvar su propio pellejo. (El Aprendiz es, en mi opinión, la peor proyección pública de lo que son realmente los negocios).
Estamos creando un mundo de “concursantes”, siempre compitiendo en algún tipo de campo de batalla: el estudio de televisión, la radio, el sistema escolar, la empresa. Puede ser un Darwin blando o duro, pero es darwiniano. Muchos argumentarán que esto no es malo, que al fin y al cabo así es la vida, y que ignorar la “competencia”, por ejemplo, en la escuela, no hace ningún favor a los niños. Se trata, pues, de un círculo vicioso en el que preparamos a los niños para ganar (más que para conocer, crecer, vivir, amar o contribuir, o simplemente ser), lo que a su vez los prepara (a algunos) para entrar en una empresa para… competir, lo que, supongo, hace que la empresa sea… competitiva.
No es de extrañar que una encuesta realizada por The Guardian a 2.000 adolescentes en el Reino Unido hace unos años, mostrara que la preocupación número uno de este grupo era el “miedo al fracaso” (seguido del acoso escolar, la presión por estar delgado y la depresión).
Aquí hay un pequeño problema. El mundo es interdependiente. Nada de lo que hacemos hoy en día puede hacerse de forma independiente, no importa dónde se sitúe: la empresa, la sociedad, la geopolítica, los negocios. La competencia clave del siglo es, en realidad, la colaboración, no la competencia. Las leyes de la colaboración y la competencia son diferentes. Tenemos una predisposición social a una (competencia) y necesitamos desesperadamente toneladas de la otra (colaboración). He utilizado el término “competir en colaboración” muchas veces en mi vida de consultor. No es un intento inteligente de jugar con las palabras. Tenemos que dominarlo. Es la principal competencia organizativa y personal de hoy en día.
Sí, hay intentos de inyectar la colaboración en las escuelas y organizaciones a través de la formación o la ludificación, pero son tímidos e impotentes comparados con el enorme tirón de la competencia.
Como líderes debemos reforzar, premiar y reconocer la colaboración y dejar de reforzar, premiar y reconocer las heroicas contribuciones y logros individuales. Es difícil, cuando nos enfrentamos al superhéroe, al hiperrealista, con un montón de opciones sobre acciones y bonificaciones, decir: “Enhorabuena, pero no te llevas la bonificación. Has hecho un trabajo estupendo, fantástico, increíblemente exitoso… por tu cuenta”.
Estamos golpeando la “cultura”, de nuevo. Eso significa que hay que elegir, por ejemplo, cómo la gente consigue lo que consigue.
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